MAGA · Daniel Collazos Bermúdez (Reseña)

by - marzo 23, 2022

Los muertos se destruyen rápidamente, y en torno a sus tumbas solo queda la belleza de la naturaleza, el silencio y la pureza del aire. (Marcel Proust)

Hannah Arendt —filósofa y teórica política, amante y discípula de M. Heidegger— hablaba del valor del relato, o más bien, de la naturaleza de lo narrativo como una vía para propiciar la reflexión: ese repliegue del hombre hacia sí mismo, en un mundo donde el espacio de lo público lo eclipsaba. Arendt decía que la identidad del hombre se hace legible cuando sus acciones y discursos se configuran en un relato, de esta manera, se revela quién es y hace su aparición en el mundo. Y aparece en un mundo donde todos los actos son fugaces… sin embargo, si consiguiéramos dotar esas palabras, trabajos y proezas de un cierto grado de permanencia y lográramos detener su herencia perecedera —al menos en alguna medida— haríamos que participen del cosmos, ese ámbito donde todo es inmortal excepto el hombre. La capacidad que nos permite lograr esto, es la memoria. En ella, nuestras narraciones dejan un registro, un rastro que dignifica y da profundidad a la existencia humana.

Hay un adagio judío que reza: «Dios creó a los hombres para que con sus vidas le pudieran contar historias». Contamos historias porque, estamos convencidos de que nuestras vidas necesitan y merecen ser contadas. El significado de los itinerarios que transitamos, se revela en la articulación de sus tramas narrativas sobre los hechos de nuestra existencia, sin esa suerte de gimnasia que hacemos con la condición humana, nuestra vida sería una mera secuencia de acontecimientos.

MAGA nos ofrece la oportunidad de detenernos a pensar en todo esto. En el booktrailer, unas frases breves se van imprimiendo sobre imágenes elaboradas a partir de la carátula, Collazos buscan darnos un punto de apoyo para entender por qué recovecos se moverán sus personajes...

Pon tu mente en blanco, olvida quién eres, olvida quienes te fallaron… Olvida, yo te diré qué recordar.

Nos recuerda como hacia Dante en la Comedia, con aquel cartel que lee Virgilio: «Vosotros que entráis, abandonad toda esperanza». Y es que los personajes de MAGA son seres atormentados, inquietos, abrumados por la desazón de no entender su lugar en el mundo, por momentos, pareciera que ellos también han abandonado toda esperanza.

Algunas citas nos pueden dar una idea de esa incertidumbre que los aprisiona...

Así es la fe (…) Un hermoso fulgor que acompaña a la humanidad, luego tuerce su voluntad y consume sus vidas.

El mundo que él la había forzado a considerar real era una elaborada mentira. 

Nada tan ruin como la esperanza. 

Los humanos son voraces cuando adquieren cualquier tipo de poder, sea terrenal o sobrenatural. 

Sentía que no debía tomar la muerte con ligereza o perdería su humanidad y se convertiría en algo peor que un demonio. 

Los problemas son como la materia. Nunca se destruyen, solo se transforman.

Entrar es abrir una puerta estrecha y disimulada. Aquí, la cotidianidad es un marco hábilmente planteado —es ese espacio público que proponía Hannah Arendt—, donde es prácticamente imposible advertir cuándo se dará el quiebre que desbarate el escenario. Y de pronto, la narración comienza a retorcerse y evidencia esa suerte de realidad alterna y maniquea en la que Collazos tiene pensado introducirnos…

Quizá no estoy siendo completamente preciso, los prejuicios que cargamos nos hacen pensar en una especie de polaridad, cuando lo que nos plantea en un universo complejo, hecho con infinitos matices de gris. El blanco-negro es solo una apariencia engañosa. Entonces, ¿los personajes son buenos… son malos? Creo que es difícil responderlo. Los personajes se debaten entre sus propias pulsiones, temen a la soledad y se enternecen, pueden ser amorosos padres o asesinos sin escrúpulos, que no lo pensarán dos veces antes de matar. Creo que ahí justamente está el talento, conseguir tenernos en vilo, sin saber qué ocurrirá, inducirnos a pensar que la trama se decantará por el cause obvio, y sin que nos demos cuenta, ofrecernos un desenlace que no veíamos llegar… al menos no de esa manera. Hace un tiempo asistí a la presentación del libro CUENTOS de Lastenia Larriva de Llona —autora rescatada por José Donayre—, en las intervenciones se comentó algo que me dejó pensando… Se dijo que la función principal del arte —de la literatura en este caso— era retarnos, forzarnos a poner en tela de juicio nuestras propias convicciones; un texto que no lo consigue, no logra ser más que una sucesión de cosas que pasan. Creo que MAGA lo consigue, nos invita a hacer equilibrio entre las posibilidades.

Collazos juega, saltando de un personaje a otro, logrando credibilidad. Me creo los diálogos. Lo que muchas veces es difícil de lograr, sobre todo si el discurso apela a cosas que no existen. Ángeles, demonios e «intangibles» —una propuesta interesante de la novela, que me hace recordar un poco al daimon de los griegos, o a Lasher, el taltos de la trilogía de Anne Rice: Las brujas de Mayfair— todos ellos complejos e impredecibles, esbozados siempre en matices de gris. El gris es una especie de pátina que baña toda la novela, no quiero decir con esto que sea monótona, más bien nos obliga a aguzar la mirada y tratar de descubrir qué esconden las intensiones de sus personajes. Porque todos ellos tienen intensiones ocultas, eso también está muy bien logrado, se nos presentan como indefensos arrastrados por las circunstancias o como verdaderos villanos, en los que no podemos confiar o esperar otro modo de actuar que hacer el daño y, sin embargo, pueden torcer lo predecible y desarrollarse como no teníamos pensado. Por encima de esas categorías de seres sobrenaturales hay una deidad dual: Abraxas —pedida quizá prestada al imaginario gnóstico o al Demian de Hermann Hesse—. Me hubiera gustado que se explayara mucho más sobre esta suerte de equilibrio de fuerzas sobrenaturales, pero creo que su propuesta es un universo que se puede expandir. Me encantaría leer más sobre la dinámica que tienen estos seres, entre ellos y nosotros.

Una vez le preguntaron a Julio Ramón Ribeyro, por qué había roto con una mujer que adoraba; él respondió que «porque no tenía ningún contacto con su pasado. Vivía constantemente proyectada en el tiempo por venir. Las personas incapaces de recordar son incapaces de amar». La memoria da profundidad a la existencia, sin recuerdos, se está como desconectado en el tiempo, y sin vínculos, quedamos desamparados y expuestos.

Ridley Scott en su película Blade Runner de 1981, lleva un poco más allá el relato de Phillip K. Dick. Nos plantea que el primer paso para la construcción de androides es la dotación de una serie de recuerdos artificiales, congruentes y articulados para otorgar adultez a una existencia de pocos días. La articulación de recuerdos determina la posesión de una identidad.

Es curioso como el acto de traer esos contenidos desde el pasado, parece carecer de importancia para nosotros, en realidad, es un acto casi mágico de salto temporal. Esos núcleos significativos, esas memorias, expresan verdaderamente lo que somos y queremos, rememorarlos es un ejercicio absolutamente libre, es un acto de libertad radical. Kierkegaard decía que «la vida solo puede ser entendida mirando hacia atrás», la narrativa permite la reconstrucción del pasado, es el medio ideal para la conservación de nuestras tradiciones culturales y la elaboración de juicios en torno a las experiencias comunes. Por eso los hombres amamos contar historias, porque nos anclan a lo que somos, es el antídoto para el olvido.

El olvido, la perdida de memoria, la amnesia es otra constante en MAGA. Para los griegos, el termino que traducimos como «Verdad» —Aletheia— significaba propiamente «no olvido», des-ocultamiento, y precisamente esa acción de no olvidar, es posibilitada por el relato, por la narración. Todos corremos el riesgo de olvidar, y perder contenidos, es privarnos de una dimensión: la de la profundidad de la existencia humana. Aquí, memoria y profundidad son complementarios, el hombre no puede lograr la profundidad si no es a través del recuerdo.

En MAGA, los personajes tienen terror a pasar desapercibidos, a no existir en las conciencias de quienes los rodean. «Ser invisible a los ojos de todos y no tener con quién hablar, es como no existir», hace decir Collazos a uno de sus torturados personajes. El olvido es una prisión a la que no quieren regresar.

Los campos de concentración eran concebidos por Hannah Arendt como laboratorios de olvido: quien ingresaba a ellos, además de ser despojado de su nombre, de su historia personal, también perdía el derecho de ser recordado, eran literalmente borrado de la memoria colectiva. En MAGA, volver a esa especie de limbo fuera de la esfera humana es peor que morir, porque cuando morimos, siempre alguien nos recordará, pensamos —recordamos a nuestros muertos— sin aquellas cualidades físicas que poseían, es como si con la desaparición del cuerpo, los muertos permanecieran sepultados en los recuerdos como preciosas reliquias de ellos mismos. En la novela, los personajes luchan todo el tiempo por permanecer, y harán lo que sea para seguir estando presentes.



Otro detalle sobre el que se vuelve constantemente en MAGA, son los recuerdos falsos, lo que se conoce como el Efecto Mandela, esa extraña situación en la que creemos recordar cosas que en realidad nunca sucedieron. Son famosas las referencias a los tirantes de Mickey Mouse, la cola negra de Pikachú, los tres acompañantes en el auto de Kennedy, el chico en la plaza de Tiananmen que aplastó tanque o el famoso «Luke, yo soy tu padre» de Star Wars, y claro, la muerte de Mandela en prisión que da nombre a dicho fenómeno. Lo cierto, es que ninguna de esas cosas sucedió: Mickey nunca tuvo tirantes, la cola de Pikachú es amarilla, los acompañantes de Kennedy eran seis, Darth Vader nunca dijo el nombre de Luke… y claro, Mandela murió 23 años después de su liberación; sin embargo, hay gente que realmente cree, no solamente que le contaron o lo escuchó, sino que vio esas cosas.

En MAGA se usa este recurso para darle consistencia a la idea de la inserción de recuerdos falsos y el horror al olvido. La diferencia entre una historia real y otra ficticia está únicamente en la factoría de la misma. Literalmente, Collazos se divierte haciendo y deshaciendo las vidas pasadas de los personajes, no es necesario tratar de hallar explicaciones neurológicas y psiquiátricas para esos bugs en sus recuerdos, todo está orquestado por las oscuras intenciones de esos villanos ambiguos que nos presenta, hacedores de daños y a la vez, prisioneros de sus propios miedos y demonios.

MAGA nos invita a pensar en la posibilidad de que el hombre sea solo un actor, nada más alejado de ser el artífice de su propia historia. Si pensamos que son las condiciones sociales o las circunstancias históricas las que van hilvanando nuestros itinerarios en el mundo, MAGA tiene una explicación mucho más perversa: son esos seres ajenos a la humanidad, quienes juegan con nosotros.


Daniel Collazos Bermúdez (Lima, 1980)

Estudió Diseño Publicitario en el Instituto Toulouse Lautrec. Ha cursado diversos talleres de escritura creativa y guion en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es autor del libro de cuentos “Necrópolis” y de las novelas “La Heliofobia de M” y “Maga”.  Varios de sus relatos han sido publicados en las muestras literarias como “Trece veces Sarah”; “Superhéroes”, Cuarentena, Zomos Zombis o Llaqtamasi, así como en la revista digital “Submarino de hojalata”. En el ámbito audiovisual ha dirigido y escrito guiones para diversos cortometrajes. Entre los más destacados “Cholita”, con el cual ganó el segundo puesto del Nontzefilmak 2009, Bilbao-España. Se dedica a la docencia y a la dirección creativa publicitaria.



Reseña de Raúl Quiroz Andia



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